En el verano de 1968 a 1969, Jorge Alvarez abría una sucursal de su librería (que estabe en Talcahuano entre Lavalle y Corrientes, en Buenos Aires), en Mar del Plata. El grupo Mandioca decidió entonces también abrir un boliche en Mardel. El nombre, me parece que también fue Mandioca.
Del boliche lo que me acuerdo es que era un lugar divertido y cálido. De hecho, es uno de los pocos boliches que pisé en mi vida (en la foto -que tomo de un blog de Pedro- Mario Mactas y Mario Rabey -gracias Pedro por el bello recuerdo-). Al mismo tiempo que se alquilaba el boliche, se alquiló una casa para que vivieran los músicos mientras estaban en Mar del Plata. Era un poco desordenada, obviamente, pero también una divertida continuación de la vida bohemia que llevábamos en Buenos Aires. Aunque ahora no éramos más náufragos. Ahora éramos músicos, empresarios, gerentes. Es decir, ahora trabajábamos.
En esa temporada la conocí a Pirí Lugones, muy amiga de Jorge Alvarez, creo que era principalmente ella la que seleccionaba los autores a ser publicados en la Editorial. También trabajaba o había trabajado para Editorial Sudamericana. Parece haber tenido un papel muy importante en las decisiones que había ido tomando Jorge de participar activamente en este conjunto de empresas culturales alternativas que aparecen en mi relato. Pirí provenía de una familia de intelectuales de posición y actividad muy variada. Ella misma, como lo demostró su historia posterior, era aguerrida, de convicciones fuertes e idealista. Yo la recuerdo como una mujer culturalmente y moralmente de vanguardia: sin duda, un modelo vivo de lo que yo había leído y admirado unos pocos años antes en El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir. Madura, inteligente, bella con su renguera y desprejuiciada, Pirí es uno de los recuerdos amorosos más fuertes de mi juventud.
Creo que el boliche se cerró antes de terminar el verano, por una cuestión de habilitación municipal. Estábamos en Buenos Aires, y de los músicos de Mandioca, lo que prendía más fuerte era Manal. Era un trío y a veces sonaba como una banda. Los pibes de los barrios se prendían un montón. Me acuerdo de un impresionante recital en el Cine-Teatro Pueyrredón de Flores. Estaba lleno y el lugar vibraba muy bien y muy fuerte.
Empezaron a llegar los contratos para ir a bailes de fin de semana. Al principio, los contratos venían desde una agencia de representaciones que tenía como número principal a Almendra. Eran los hermanos Gruart, con oficina en el hermoso Pasaje Barolo, en Avenida de Mayo.
Nos convertimos, con Manal, en una máquina de trabajar, divertirnos y hacer plata los fines de semana, de viernes a domingo. Los sábados podía haber tres y hasta cuatro shows.
Del boliche lo que me acuerdo es que era un lugar divertido y cálido. De hecho, es uno de los pocos boliches que pisé en mi vida (en la foto -que tomo de un blog de Pedro- Mario Mactas y Mario Rabey -gracias Pedro por el bello recuerdo-). Al mismo tiempo que se alquilaba el boliche, se alquiló una casa para que vivieran los músicos mientras estaban en Mar del Plata. Era un poco desordenada, obviamente, pero también una divertida continuación de la vida bohemia que llevábamos en Buenos Aires. Aunque ahora no éramos más náufragos. Ahora éramos músicos, empresarios, gerentes. Es decir, ahora trabajábamos.
En esa temporada la conocí a Pirí Lugones, muy amiga de Jorge Alvarez, creo que era principalmente ella la que seleccionaba los autores a ser publicados en la Editorial. También trabajaba o había trabajado para Editorial Sudamericana. Parece haber tenido un papel muy importante en las decisiones que había ido tomando Jorge de participar activamente en este conjunto de empresas culturales alternativas que aparecen en mi relato. Pirí provenía de una familia de intelectuales de posición y actividad muy variada. Ella misma, como lo demostró su historia posterior, era aguerrida, de convicciones fuertes e idealista. Yo la recuerdo como una mujer culturalmente y moralmente de vanguardia: sin duda, un modelo vivo de lo que yo había leído y admirado unos pocos años antes en El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir. Madura, inteligente, bella con su renguera y desprejuiciada, Pirí es uno de los recuerdos amorosos más fuertes de mi juventud.
Creo que el boliche se cerró antes de terminar el verano, por una cuestión de habilitación municipal. Estábamos en Buenos Aires, y de los músicos de Mandioca, lo que prendía más fuerte era Manal. Era un trío y a veces sonaba como una banda. Los pibes de los barrios se prendían un montón. Me acuerdo de un impresionante recital en el Cine-Teatro Pueyrredón de Flores. Estaba lleno y el lugar vibraba muy bien y muy fuerte.
Empezaron a llegar los contratos para ir a bailes de fin de semana. Al principio, los contratos venían desde una agencia de representaciones que tenía como número principal a Almendra. Eran los hermanos Gruart, con oficina en el hermoso Pasaje Barolo, en Avenida de Mayo.
Nos convertimos, con Manal, en una máquina de trabajar, divertirnos y hacer plata los fines de semana, de viernes a domingo. Los sábados podía haber tres y hasta cuatro shows.
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