(contra)memorias, por mario rabey


más de cuarenta años de construcción cultural de la Civilización, contra una Civilización que destruye y se destruye


contracultura es la reacción de las culturas

Otras historias

17. La vuelta de Perón y el segundo peronismo

Es así, que mientras estudiaba a toda velocidad, me iba haciendo amigo de compañeros y compañeras, en un medio fuertemente peronizado. Hacía solamente seis años que, en el Colegio secundario, los únicos "peronistas" éramos el excepcional (por lo pequeño) puñado de fundadores de la Juventud Peronista del Colegio. Ahora, la excepción eran los que no estaban peronizados.

Como suele suceder en estos casos, la casualidad, mezclada con la velocidad del meloneo por parte de los activistas, me puso en contacto rápidamente con un grupo que se llamaba FEN (Frente Estudiantil Nacional) que se había fusionado hacía poco tiempo con OUP (Organización Universitaria Peronista), y se llamaban entonces FEN-OUP. Sólo un tiempo más tarde entendí que se trataba del frente universitario de una Organización cuyo nombre oficial era "Trasvasamiento Generacional" y tenía como nombre de fantasía "Guardia de Hierro". Hoy me llama la atención la evidente carga de sobreactuación que tenían ambos nombres -y el notable hecho de tener un nombre de fantasía-. En esa época no sabía algo que empezó a circular décadas después (y cobró cierta resonancia pública hace muy pocos años) : que "Guardia de Hierro" era un nombre tomado de una organización filo-nazi de la Rumania de la pre Segunda Guerra Mundial. En 1972-1973, la explicación que circulaba era que el nombre estaba tomado de la Guardia de los emperadores romanos. ¡En nuestra fantasía, nosotros éramos los guardianes de Perón! En cuanto a lo de "Trasvasamiento", ésta era una consigna del propio Perón.

Unos diez años después, cuando estábamos volviendo a la democracia después de la última dictadura militar, me enteré que mucha gente consideraba -y sigue considerando-, a Guardia de Hierro como una agrupación de derecha, y hasta fascista. En aquellos tiempos, a mí no me daba esa imagen en absoluto. Tampoco en retrospectiva me da esa imagen. De hecho, los que estábamos en el FEN de Filosofía y Letras, suscribíamos una fuerte admiración a Mao Tse Tung, al cual equiparábamos a Perón, al punto tal que solíamos colgar grandes carteles donde transcribíamos extensos párrafos de ambos líderes. El FEN era particularmente fuerte en antropología, donde se concentraba la mayor cantidad de militantes: entre otros, Eugenio Carutti, Juan Tangari, Andrés Rodríguez Larrea y Adriana Sarramea. Eugenio nos llamaba a Adriana y a mí "Gog y Magog", en referencia a los personajes de la novela de Marechal, "El banquete de Severo Arcángelo". Un militante importante de los primeros tiempos de Guardia, Ricardo Álvarez, no circulaba ya en ese entonces entre la militancia de la Facultad.

En noviembre de ese año, vino Perón a la Argentina, y lo fue a recibir una multitud en medio de la lluvia, especialmente Rucci con un paraguas. Yo no fui. No daba mi interés en el retorno como para ir a chapotear en el barro. De todos modos, llevado por una mezcla de curiosidad y fervor peronista juvenil, pasé toda una tarde esperando (y cantando la marcha y diversas consignas) en las cercanías de la casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López, donde se albergaba Perón en esos días de noviembre de 1972. No me acuerdo si mi paciencia fue recompensada por una salida de Perón a la ventana. Pero en mi memoria, la figura de Perón aparece recortada en la ventana, que volví a ver por primera vez en casi treinta y cinco años hace unos meses.

Mientras tanto, necesitado de ganar un poco de plata, había acudido a mis contactos del período contra-cultural. Durante un tiempo estuve promocionando en programas de radio discos para el sello Music Hall, donde estaba trabajando entonces Jorge Álvarez. Pero le dediqué más tiempo y esfuerzo a la artesanía, porque me enganché con un ex Picapiedras (el histórico local de artesanías de la Galería del Este), de nombre Gaspar. Empecé a trabajar con él en su taller -donde estaba preparando stock para llevar a su local en Villa Gessell; luego me mudé a su casa. Y, al terminar el año lectivo en la Facultad, me fui a Gessell a trabajar en la temporada del verano 1972 - 1973 en el local de Gaspar, que quedaba en una galería en 3 y 107. Con la plata que gané ese verano, pude llevar adelante mis estudios durante el año siguiente.

16. De vuelta a la civilización: cómo empecé a estudiar antropología

Había empezado el invierno de 1972. Estaba en Buenos Aires de nuevo y, todavía divagando, fui a parar al departamento de unos nuevos amigos, madre e hijo, de los cuales no me acuerdo el nombre. Sí que ella era macrobiótica, cocinaba muy rico, tenía el departamento montado con muy buen gusto, muy sencilamente y con mucho orden. Un lugar realmente apropiado para reponerme de todos estos años de bella locura, ¡un verdadero delirio los años de mi vida entre los 18 y los 23 años!

Un día, charlando con mi amiga, me preguntó: ¿Y ahora, qué vas a hacer? Sin pensarlo, le contesté: "Voy a volver a la Universidad"

Me volvió a preguntar: "¿Qué vas a estudiar?". Y, pensándolo menos todavía, le contesté: "Antropología". Estoy casi completamente seguro de que, antes de esa conversación, desde mi retirada de la Universidad cinco años antes, no había vuelto a pensar en estudiar. Y más seguro todavía de que jamás en la vida antes había pensado en estudiar Antropología. Más aún, no tenía la menor idea de qué cosas se estudiaban en antropología.

Un par de días después, fui a la Facultad de Filosofía y Letras a inscribirme. Allí me dijeron que estábamos a mitad de año y que tenía que esperar hasta el año siguiente. Yo no podía esperar. De hecho, seguramente si no empezaba a estudiar inmediatamente, iba a cambiar de planes, como he hecho casi siempre que he encontrado dilaciones para empezar a ejecutar un proyecto. Insistí e insistí. Hasta que un funcionario, creo que el Secretario Académico de la Facultad, terminó accediendo, y yo empecé a estudiar pocos días después, en agosto del '72. A los tres años y medio, para fines de 1975, ya había terminado mis estudios y entregado mi último trabajo escrito, con el cual, una vez aprobado, estaba en condiciones de ir a pedir mi título universitario.

Así que, cuando ya estaba avanzado el invierno de 1972, me inscribí en la Carrera y en varias materias. Durante un tiempo, aprovechando unos pequeños ahorros, viví en una pensión a un par de cuadras de la Facultad -que entonces funcionaba en Independencia y Urquiza-, con lo cual no necesitaba gastar tiempo y dinero en viajes, tenía la biblioteca al lado y podría avanzar rápidamente en mis estudios. A fin de año, ya había aprobado cuatro exámenes, con buenas notas. Eso me permitió, al mismo tiempo, obtener una beca de estudios y ser designado más adelante ayudante alumno en un par de materias.

1972 era el año en que se iba preparando el retorno de Perón. El 22 de agosto fue la masacre de Trelew y los jóvenes universitarios, incluso los recientemente desembarcados de la contra-cultura como yo, estábamos terriblemente conmovidos por los acontecimientos. En retrospectiva, hoy me llama poderosamente la atención que no se me ocurría relacionar mi situación en ese momento, la de la Universidad y la del país, con mis militancias políticas pre-hippies, cuando estaba en el Colegio Nacional Buenos Aires.

En cambio, los acontecimientos se me imponían. Recuerdo que a fines de agosto o principios de septiembre, estaba en el aula magna de la Facultad -repleta- viendo una proyección de "La hora de los hornos". En medio de la proyección de la película, entró la policía al edificio de la Facultad, pegando con sus palos y lanzando gases lacrimógenos. Me imagino que hubo unos cuantos presos. En multitud, nos escapamos como podíamos, corriendo, saltando por las ventanas, e ingresando masivamente en la rapidísima politización estudiantil previa al retorno de Perón.

15. Un año en El Bolsón y otros recorridos

Yo me hice una amiga y me fui para El Bolsón unas semanas después de la partida del primer grupo. Recuerdo que fuimos en el tren que iba a Bariloche, y de ahí en ómnibus hasta El Bolsón, donde no nos fue difícil encontrar a nuestros amigos, preguntando por la casa de Chatruc a orillas del río Quemquemtreu.

El lugar era realmente fantástico, y pese a que recién estaba terminando el invierno, el sol y lo benigno del clima nos hacían sentir en primavera. La casa era de madera y tenía un gran ambiente donde dormíamos todos, sobre colchonetas y bolsas de dormir. Había una salamandra que manteníamos prendida toda la noche. Había una cocina a leña, donde se cocinaba para todos.
Con Rafael, Alejandro y algunos más, nos pusimos a hacer una huerta, con lo que pronto empezaron a crecer vegetales frescos para completar la dieta. Rafael además dibujaba, Alejandro Lafleur, Alejandro Marassi, Diego Villanueva y algún otro componían y tocaban música. Era una bella primavera la de 1971 en la comunidad hippie de El Bolsón.

Al poco tiempo, no recuerdo bien por qué, nos fuimos de la casa de Chatruc a un aserradero abandonado que quedaba en un lugar más inhóspito, aunque también mucho más hermoso. Para llegar a ese lugar, había que ir hacia el oeste, cruzar la Loma del Medio, y subir por la margen izquierda del río Azul. Me acuerdo especialmente del trabajo que hubo que hacer para arreglar el techo, con tejuelas de ciprés.

De allí, con una amiga, un día nos subirmos a dos caballos y nos fuimos de viaje -en una travesía que duró unas dos semanas- hasta Plottier, un pueblo pocos kilómetros río arriba de Neuquén en las riberas del río Limay. Allí paramos en la finca de un tío de Diego, que cultivaba manzanas y para el cual nos quedamos trabajando en la cosecha.

El viaje fue maravilloso. De El Bolsón salimos hacia el este y luego hacia el noreste, bordeando el río Limay, buscando evitar Bariloche y la ruta principal. Siempre por caminos de tierra, íbamos en jornadas de unos 40 kilómetros por día, parando en casas, puestos, estancias y a veces al aire libre. Estábamos a fines de la primavera de 1971, el clima era hermoso, nosotros muy jóvenes y ¡viajábamos a caballo!

De la cosecha de la manzana, después pasamos a la cosecha de la uva, en distintas fincas. Estuvimos por ahí al menos hasta principios de abril.

De ahí, con la plata de la cosecha, me fui a Buenos Aires en ómnibus. Desde allí volví a salir para un lugar que se llama Monte Comán donde una amiga, Bárbara, tenía unas tierras, donde pensábamos que se podía armar una nueva comunidad. No resultó interesante, de ahí me fui para el lado de El Bolsón, de nuevo. Pero antes de llegar me encontré con la rarísima historia de que los miembros de la comunidad se habían ido -junto con una pareja de norteamericanos, en una carpa de circo-, para el lado de Villa La Angostura. Allí fui, llegué de noche, ya era fines del otoño y hacía mucho frío. Fui a pedirle alojamiento al cura, que me indicó que las monjas de un convento cercano me podían alojar. Allí fui entonces, conseguí albergue y comida; yo cortaba leña para las hermanitas y unos días después me volví a Buenos Aires.

Sentía que estaba volviendo a la civilización.

14. Hair en Argentina y los hippies en El Bolsón

Era el otoño de 1971, y la Argentina formal, la del núcleo cultural duro, seguía regida por los militares, aunque luego del rápido reemplazo de Onganía por Livingston, ahora estaba de dictador el General Lanusse, que compartía la escena con una creciente revuelta estudiantil y obrera, signada por la izquierdización y la peronización. Entonces, la contracultura hippie parecía en camino a la cooptación. El afiche está tomado de un artículo reciente. El empresario Alejandro Romay (dueño de Canal 9 y del Teatro Argentino, en Bartolomé Mitre al 1400, donde se representó la obra) y Daniel Tinayre se lanzaron a producir la Opera Rock Hair. Hair se había estrenado en un pequeño local en Manhattan, en 1967, en pleno auge del hippismo, había pasado al off-Broadway y en 1968 ya estaba en un teatro en Broadway, donde se mantuvo varios años. La contracultura de fines de los 60 y el hippismo en particular aparecen en la tensión entre la autenticidad cultural y la cooptación, un camino que tuvo como momentos culminantes el estreno de Hair en Boradway y el Festival de Woodstock en 1969.

Romay y Tinaire llamaronn a algunos artistas que habían participado en el Di Tella (Roberto Villanueva y Marilú Marini, entre otros), para adaptar y musicalizar la obra, y contratan para representarla en Buenos Aires a un grupo de jóvenes, entre los cuales yo recuerdo a algunos de los primeros hippies de Buenos Aires, como Sergio Makaroff y Horacio Fontova. Estaba también Cris, la novia de Luis Alberto Spinetta y Teresa Bogdan, que había sido mi pareja un par de años atrás. Varios de ellos habían armado un bunker en un hotel de Bartolomé Mitre y Uruguay, donde algunos vivían, y donde nos juntábamos con diversos amigos, como los hermanos Lafleur, entre otros.

Los hermanos Rafael Lafleur y Alejandro Lafleur eran dos personajes muy interesantes, creativos y simpáticos, a los que conocí allí. Rafael tuvo la idea de ir a hacer una comunidad en El Bolsón. Él había estado antes allí, donde conoció a un personaje llamado Chatruc, que tenía una casa bastante amplia, con un gran ambiente sin divisiones, a orillas del río Quemquemtreu, que ofreció para la experiencia comunitaria. Rafael describía el lugar con mucha precisión y lo fue construyendo en su relato como un destino mítico. Varios de los integrantes de la troupe de Hair se engancharon con la idea. Se sumó más gente, se compró una cierta cantidad de bolsas (de veinte kilos, creo) de arroz integral , otros ingredientes macrobióticos básicos (la dieta hippie por antonomasia) y artefactos de cocina. Un día, se compraron los pasajes y el grupo se fue para El Bolsón.

Se aplicaba la letra de un blues de Javier Martínez -que en su momento se había referido a una quinta en Monte Grande, en el sur del Gran Buenos Aires, pero que ahora se resignificaba para el sur del país-:

Una casa con diez pinos,
en el sur hay un lugar,
ahora mismo voy allá,
porque ya no puedo más,
vivir en la ciudad [...]

13. El final de Mandioca y un viaje por Brasil

Durante los primeros meses de 1970, las relaciones entre Mandioca y Manal se fueron deteriorando. Hasta que, durante el otoño, Manal decidió irse a grabar en otra empresa, tener otros representantes y, obviamente, otra agencia para los shows. No recuerdo bien que pasó con el vínculo con Vox Dei.

El hecho es que, rápidamente, me quedé sin trabajo.

Fue así como, juntando los ahorros que tenía, en enero de 1971 me tomé un avión y me fui para Sao Paulo, Brasil. Allí me encontré con Pedro Pujó y Julio Salvidea, y empezaron unos meses de divertido divague.

Primero nos fuimos a Río de Janeiro, donde paramos un tiempo en lo de Marcela Pascual. Después, mientras Pedro se iba para Bahia, a encontrarse con su hermano Hernán, yo pasé una temporada en Río, donde me encontré con mi amiga Graciela Dellepiane, que a su vez se había hecho de una turma de amigos brasileros, con los cuales circulamos por varias casas en Río y alrededores.

Al poco tiempo, seguí viaje para el norte, y pasé un tiempo en Buzios. Este entonces era recién un incipiente rosario de balnearios -conocidos porque allí se había hecho una casa Brigitte Bardot-, que se armaban a partir de Cabo Frío. Acampé con alguna gente que conocí ahí mismo y luego partí para Bahía. En Salvador, me encontré -creo que en Amarelina- con Hernán y Pedro Pujo, con los cuales compartí otro rato de divague. Carnavaleamos juntos el en ese entonces fantástico Carnaval de Bahia. Finalmente, después de tres o cuatro meses de viajar por Brasil, emprendí el viaje de regreso a Buenos Aires, a donde llegué de nuevo en el otoño de 1971.

Durante los meses siguientes, estuve instalado un tiempo en la casa de mi vieja, Dorita, hasta que me enganché con la historia de ir a El Bolsón a formar una comunidad. Eso se inició con la troupe que estaba representando la Ópera-Rock "Hair" en el Teatro Argentino, en la calle Bartolomé Mitre (el que más adelante fuera incendiado por un ataque de ultraderecha, mientras se representaba allí "Jesucristo Superstar").

12. Un año de shows mambeados

Entre el otoño de 1969 y el de 1970, nuestra vida fue entonces un verdadero mambo.

Durante la semana, había que trabajar activamente en la venta de los productos. Por un lado los discos y posters. Estos se vendían cada vez más. En cuanto a discos, Mandioca había producido y editado cerca de diez discos simples, que no se vendían mucho, pero había que atender. Por otro lado, la venta de los shows -de Manal primero y luego de Vox Dei-. A Vox Dei lo habíamos conocido en un pequeño teatrito de Bernal, donde los fuimos a escuchar los cuatro Mandioca y yo. Hacían un rock pesado y bueno y también temas más melódicos. Inmediatamente se arregló la grabación de un primer simple (con el notable tema "Azúcar amarga", que es el que nos había seducido al escucharlos en Bernal, conciso, sencillo y clásico: para mí, el comienzo del rock and roll en castellano, junto con "No pibe" de Manal).

Además de vender, había que organizar la actividad del fin de semana siguiente, donde tenía que compaginar la agenda, horarios de cuatro a siete shows para Manal y de otros tantos para Vox Dei, incluyendo las citas, los equipos de voz, las camionetas para transportar los equipos de los músicos, los remises para transportar a los músicos (y sus amigos y amigas), los "plomos" (asistentes de armado y desarmado de los equipos de sonido) y una infinidad de pequeños detalles más. Nuestra oficina era una divertidísima romería de personajes. Rápidamente, la troupe se completó con Freddy, que empezó como fletero de Manalk y cuando se agregó Vox Dei asumió el rol de road manager, al mismo tiempo que su agencia de camionetas proveía los vehículos para los dos grupos de rock de Mambo Show.

Pero el mambo propiamente dicho empezaba el sábado a última hora de la tarde (a veces los viernes). Así, entre el viernes o el sábado a las seis o siete de la tarde y el domingo a la noche) recorríamos cientos de kilómetros en la región metropolitana de Buenos Aires. Por el norte llegábamos tan lejos como Tigre (y a veces más lejos: Benavídez, Maschwitz, Escobar). Por el sur hasta Berzategui y Florencio Varela (a veces hasta La Plata y Berisso - Ensenada). Por el oeste, hasta Moreno (y a veces hasta General Rodríguez). El show mambeado dibujaba una nueva geografía de la región. Mientras en la Argentina de 1969-1970, la política empezaba a armar la escena de la tragedia de la década de 1970 -en 1969 Montoneros había secuestrado al ex presidente Aramburu, lo había "juzgado" y luego "ajusticiado"), nosotros estábamos en el núcleo de otro diseño, ubicado en la contracultura.

¿Qué quiere decir "autobiografía autorizada"?

Lo de "autorizada" quiere decir que el Mario Rabey biografiado autoriza al Mario Rabey autor a publicar todo lo que éste dice. De ninguna manera el biografiado se hace responsable por lo que dice el autor. En cuanto a lo que se dice de otras personas, no podemos dar (ni el biografiado ni el autor) ninguna seguridad de estar diciendo la "verdad". Es la escritura de recuerdos personales. De todos modos, cualquiera que quiera dejar de ser mencionado, que cambiemos lo que se dice, que agreguemos otras cosas, en fin, que modifiquemos los "hechos" aquí presentados, puede dejarnos un comentario al respecto.

Mario Rabey y Mario Rabey


Datos personales

Mi foto
El menor de los cuatro hijos de Benito Rabey y Dora Loyber, nací el 2 de abril de 1949. Trabajé desde los 16 años: asistente en un estudio jurídico (1966-1967), gerente de un grupo de industrias culturales –Manal, Mandioca, Mano Editora, Mambo Show- (1968-1970); artesano (1971-1972). Estudié Antropología en la Universidad de Buenos Aires (1972-1976); he sido docente e investigador universitario -desde ayudante de segunda hasta profesor titular, en diversas Universidades de Argentina y del extranjero, profesor de cursos de postgrado sobre ecología humana, evolución, multiculturalismo y estudios latinoamericanos, investigador científico , consultor en proyectos de organizaciones internacionales, nacionales, empresariales y sin fines de lucro. Formación Postdoctoral: Universidad de Texas en Austin - Comisión Fulbright (1990). Padre de cinco hijos: Pablo (34), Eva (32), Adriana (28), Lucía (26) y Nahuel (12).