Estaba terminando el verano de 1968, yo no estaba estudiando, y me dedicaba, full time, al "naufragio". Así le decíamos los hippies porteños a una actividad que se llevaba a cabo de una manera continua, deliciosamente no capitalista -e incluso a veces declaradamente anti-capitalista-, ostensiblemente sostenida por los ingresos de nuestros padres y otros familiares o por los padres y familiares de nuestros amigos y amigas. Me acuerdo que Moris era bastante crítico de ese discurso y cantaba al respecto: "sos el burgués más corrompido que existe, y te engañás pensando que sos un hippie; vos explotás a todos y no das nada, y eso es ser el peor capitalista...". Naufragio era estar en una "balsa" (esa de Tanguito ¿o Lito Nebbia?, lástima que no está Tanguito aquí para preguntarle) divagando por el mundo, sin perseguir una meta fija.
Nuestro anti-capitalismo se refería, más que al desprecio por la posesión de bienes materiales, a un sentimiento de despojo primordial. En palabras de Javier Martínez, el baterista, primerísima voz y letrista de casi todos los temas de Manal: "Hoy adivino qué me pasa, por qué mi nombre no soy yo, por qué no tengo una casa: porque hoy nací; hoy, recién hoy, el sol me quemó. Y el viento de los vivos me despertó".
El año anterior, de la primavera al verano, se podía naufragar en las plazas. Pero ahora, ya con el verano avanzando hacia el otoño y el invierno, las plazas eran lugares demasiado fríos, y el lugar de naufragio eran los bares abiertos toda la noche. En primer lugar, La Giralda, en Corrientes entre Uruguay y Paraná, donde cuando había un poco de plata, se podía comer un memorable chocolate con churros (sí, el que sirven ahora es muy parecido al de hace cuarenta años y el bar está casi igual). Luego, El Colombiano, dos cuadras más abajo, también en Corrientes. Y un par de bares más por Córdoba: pero básicamente se naufragaba en Corrientes. No sé si fue en La Giralda, o en El Colombiano, o en mi casa (probablemente la idea fue divagada mientrás nuestro naufragio recorría esos tres lugares, las calles y otros lugares), que se nos ocurrió hacer una representación teatral en la calle, de fuerte contenido contestatario y sin ninguna autorización estatal -autorización impensable en la Argentina dictatorial de esos años-. En esa época se estaba haciendo teatro en la calle en varios lugares. Y lo más parecido al nuestro era el teatro guerrilla que habían comenzado los Diggers en Haight-Ashbury, San Francisco, en 1966. Pero el antecedente más notable era el d un argentino, que había hecho su Vivo Dito en Europa unos años antes y terminó su vida con un suicidio de amor homoerótico en Barcelona en 1965. Nuestro grupo de teatro de guerrilla le dedicó su última acción: Alberto Greco se mató por culpa de la policía.
Mientras tanto, Dorita -mi vieja-, se llamaba a sí misma "la madre de los chicos", porque recibía a los náufragos en casa. A uno de los chicos, el más joven -menor de edad él-. le decía "el pequeño" o el "chiquito". Le quedó bien: todos le dijimos Javier Chiquito Arroyuelo. Por allí, se le ocurrió hacer lo que hoy se llama una instalación en la Galería Lirolay (a la vuelta del bar Moderno). La llamó "Mano de Mandioca", e incluía -entre otros materiales- fotos para las que "posamos" Laura Kolodny, Rafael López Sánchez y yo. Aquí va una copia del folleto, que me pasó Pedro Pujó hace poco.
Poco tiempo después, mandioca y la madre de los chicos se unirían en el nombre de uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la (contra)cultura en el hemisferio sur: el sello grabador Mandioca la madre de los chicos. Pedro Pujó recuerda que la segunda parte del nombre del sello grabador fue así un homenaje a Dorita.
Alejandro Rosso, en cambio, sostiene que "la Madre de los Chicos" era un "lema" que hacía referencia a "la libertad creativa y el apoyo que brindó a sus artistas" el sello grabador. Una rara interpretación con simbología psicoanalítica: los músicos cargando con un complejo edípico, se habrían encontrado con su madre incestuosa. Toda una idishe mame esta Mandioca.
En la próxima entrega: Teatro guerrilla en la Argentina de Onganía
Ángel Stanich en Sala Aftasí, Badajoz
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Anoche tuve varias sorpresas, agradables a saber: la gran actuación de
Angel Stanich en la Sala Aftasí de Badajoz, un lugar sumamente agradable,
ambas cosa...
Hace 10 años
2 comentarios:
Que buena suerte crecer en el centro de todo y con recursos para hacer lo que a uno le de la gana!. Enviable lo tuyo, Mario. Saludos. Juan Carlos (Tilcara)
Realmente creo que fue una buena fortuna crecer en el centro de la ciudad de Buenos Aires.
En cuanto a los recursos ... bueno ... tenía donde dormir y comida y algo de ropa ... Mi madre (Dorita) era una mujer fantástica y sigo encontrándome con gente que me recuerda qué lugar hospitalario era mi casa !!!
Así que ovolviste a Tilcara ... cómo está eso?
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